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Pinturas y Dibujos de la Juventud de Juan Vallejo Vallejo: Una memoria viva del Expresionismo
- Obras de los años sesenta y setenta -
Juan Vallejo       Los prodigiosos dibujos de Vallejo que realizara en sus años jóvenes, dimanan del entorno en que creciera. Los parajes incomparables de Gamonal en la posguerra, seguían intactos por entre los ríos Pico y Vena que ensartaban el pueblo y sus paisajes. Apenas cuarenta casas componían el lugar donde crecieran gamones y álamos, encinas y olmos al lado de choperas interminables que escoltaban los ríos y la arteria principal que dividía el pueblo y las huertas, una carretera nacional, la Nº 1, Madrid-Francia. Su retina absorbió del lugar los colores y las estaciones, los personajes rurales, los animales, los oficios y la savia agreste que las grafías de la naturaleza dibujaban su mente.
Vallejo inventa nuevas propuestas: caminos por donde discurrir su fantasía - En su estudio, 1974
Juan Vallejo       Titiriteros, mendigos, ambulantes, quincalleros, arlequines, procesiones; la vetusta España que aún sobrevolaba las escuelas en donde estudiaba su primaria con los aviones que el ejército alemán prestara a Franco y que se guardaban en el vecino campo de aviación de Villafría merodeando el pueblo, rodeados de millares de robles y encinas, hoy esquilmados y pasto de las industrias contaminantes que aniquilaron los ríos, cual estigmas de aquellas aciagas cruces gamadas que ornaban las costuras de bidones de hojalata estirados con que estaban hechos los junkers. Años que discurrieron pintando en los más diversos papeles y soportes. Planos de bolsas de legumbres que se empeñaba en estirar entre las páginas de enormes libros bíblicos, cuyos colores de sepia y estraza tanto seducían a Vallejo. Arpilleras tensadas en rústicos bastidores imprimados con blanco nevil y cola de conejo; sacos de azúcar y otros cáñamos que servían para disgregrar los campos, los pájaros y los primeros seres que jamás abandonarían las retinas del pintor.
Cajas de cartón, maletas viejas, baúles llenos de dibujos y pequeños cartones entelados, se almacenaban por el caserón en donde naciera, en donde aún pinta y conserva los "aromas" de una tierra que le huyó a Madrid con apenas 17 años.
Sus primeras exposiciones de juventud, la principal en el Arco de Santa María en 1968, marcaron su expresionismo desde aquellos primeros dibujos que luego servirían para colmar su magnífico Apocalipsis o sus series de los Cinco Sentidos; por no hablar de los personajes últimos de su obra reciente.
Juventud es sinónimo de dibujo en Juan Vallejo. Ahora, aquellos tesoros guardados en cajas de zapatos, dibujados con ceras y lápices, con tintas extrañas que él mismo producía, con acuarelas increíbles de cuyo magisterio da fe esta serie que podemos contemplar, se subastan en salas de arte y almonedas a precios muy considerables, lo que ha hecho de su pintura un valor en alza en las colecciones particulares.
Podríamos incluir en su periplo juvenil toda la obra mural del monasterio de Cardeña en Burgos, donde tuviera estudio a su regreso de Roma en los años 1971-72 y diera rienda suelta a su fabulosa imaginación en sus famosas monografías.
Lo que él consideraba meros escorzos, han pasado a ser obras definitivas para los que han tenido la fortuna de hacerse con alguno de estos trabajos. Vallejo, siempre ha considerado el dibujo como sus ojos: mira dibujando. La mano de Durero, su gran pasión, y el magisterio de Velázquez, su principal maestro, se ven claramente a través de estos rasgos, de la entraña y las veladuras que traza, dejando a la forma que libere al contenido, incluso surte a éste de variaciones que forman un juego que induce al espectador a incluirse en el asunto.
Saber detenerse a tiempo es saber pintar, saber parar y mirar con la serenidad que le confirieron lugares en donde dejó su huella como las abadías de Silos, Cardeña, la Oliva, es lo que se observa en estos trabajos premonitorios.
Vallejo dibuja y desdibuja en un permanente orgasmo que tira de su alma juvenil hasta lograr huir a sus personajes a lugares que el frecuentó en su privilegiada vida de hombre libre, libertad que siempre proclamo tanto en su vida como en su obra.
Misticismo, serenidad y trabajo, una tríada que conforma el esternón del arte, que tira del talento para hacerle útil y necesario a una pintura incomparable.
Todas las obras que a continuación se reproducen, forman parte de la colección particular del pintor y reflejan los primeros pasos hacia el surrealismo filosófico: son los dibujos-poemas de los años sesenta; otros, sin embargo, dejan la impronta estremecedora de su mocedad, de un brutal y a la vez tierno expresionismo que ya anticipara sus personajes de gran formato en obras como Sísifo, los asuntos en donde la epopeya enciende sus ojos y las tramas de los Cinco Sentidos. Algunos de estos dibujos, son costumbristas, enseñan su vida como si de un film se tratara; miramos la cotidianidad del pintor a sus 16 o 17 años.
Gamonal, el pueblo que le nació, ahora populoso barrio de Burgos "Una tierra insulsa en donde nada germina", dice Vallejo, y sus viajes, junto a sus primeros escarceos por el Círculo de Bellas Artes de Madrid, quedan estampados entre los seres y personajes de estos cuadros.
Anciano, 1970
Juan Vallejo
Arlequín, 1970
Juan Vallejo
Anciano, 1970