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De mis cuadros no quedará nada
ya que nada existe en ellos de lo que quise
representar.
De mis amigos no quedará rastro alguno
pues mis palabras, no supieron retenerles
en mi alma.
De los míos, ni una lágrima será vertida
pues mis horas no contaban su tiempo,
sus días.
Y de mí. ¡Ay de mí!; ni siquiera las cenizas;
acaso alguna oración en mi aniversario,
de un monje que al mirar a lo alto
viera en Cardeña mi alma atrapada.
Juan Vallejo, 1972
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